Horizonte.


¿Qué tenemos en el horizonte? ¿Qué semblante reconozco? Que mirada se me queda, cuando miro al horizonte. La ingenuidad es amiga de los agradecidos confiados. El no saber de una gente, que no ha sabido escoger, sino más bien respirar, vivir mejor que aquel y con el menos mal. Y desde la proclamación de los derechos, deberes, de la ejemplarizante transición se vislumbra un bipartito que hace bueno a un cazador que mantuvo el caciqueo de Jerez en su mención. La cabeza democrática que entró con fuerza con el ideal de la mezquindad que se ha tratado al sur en beneficio del norte, impulsó el desenlace al no poder escalar hacia un territorio mayor y agudizo el ingenio para exprimir lo local en lo suyo. Hubo copia y apunte, no le quitemos merito al caciquil empeño de controlar lo que uno gobierna. Después tuvimos la desidia de su triunfo y el encargo de la zanahoria del Pepe: todo el mundo iba a ser rico. El desengaño no solo ha llegado por lo de fuera, sino por el como, cuando y los sin donde. No se puede subir y bajar. No se puede hacer la comida con aceite de oliva y de girasol. No se puede hacer bien y en lo seguido el mal ser el bien. No se puede engañar, por no saber hacer. Decir que se mira por la ciudadanía y mostrar la realidad que más que gobernar estamos por y para mantenernos.

¿Qué no lo sabíamos? Repugna el descaro. Repugna las opciones. Repugna la casta de la soberbia que más que gobernar se esfuerza para mantenerse.